martes, 1 de marzo de 2011

Muammar Al Gaddafi: El vulnerable

Por Maibort Petit


El dictador tiene temor, pero no lo muestra porque sabe que de hacerlo, su autoridad terminaría de deslastrarse. Dos semanas de revueltas sociales en Libia, y un agotamiento de la población de un gobierno de 41 años, no se eliminan con un aumento del salario mínimo y la entrega de dinero a las familias más necesitadas.
Al Gaddafi sabe que los opositores han avanzado y ocupan un amplio espectro del territorio que antes gobernó con mano dura. Sus espacios de poder se redujeron, y a pesar de sus esfuerzos militares, económicos y comunicacionales, su legitimidad está en cero y todo apunta a que su largo régimen vive su fase terminal.
El líder fuerte, ha sembrado en la mente del colectivo, a lo largo de cuatro décadas, que después de él sobrevendrá el caos. Y en sus últimas apariciones públicas, Al Gaddafi ha insistido en la idea, y ha actuado de una manera sanguinaria contra su mismo pueblo. Sus actuaciones han dejado ver el deterioro de su autoridad, sus altos grados de vulnerabilidad, su legado y su inestabilidad mental.
Libia es un país que desde Occidente se ve raro. Los conceptos de la Ciencia Política en relación al Estado, no suelen aplicarse puesto que la institucionalidad esta ligada a la figura del líder personalista, que se impuso de manera omnipresente, anulando todos los espacios posibles para el nacimiento de una  disidencia “formal”.
El Estado libio es Al Gaddafi y su familia, y unos cuantos astuto que lograron colearse y formar parte  de la reducida élite gobernante, compuesta por miembros de la propia tribu de Gadafi, Qadhadhfa.
Al Gaddafi tiene un legado, nefasto pero existente, que se resume en su trascendencia  en el imaginario colectivo. El logró sembrase en la mente de una sociedad que persiste de manera precaria en el siglo XXI. Libia no es Egipto o Túnez donde milagrosamente pudo conformarse una fuerza, que podría actuar  de manera tutelada para integrar un proceso de transición. El Libia no hay partidos políticos, o sindicatos, no hay grupos opositores organizados ni una sociedad civil consciente. Sólo existe un pueblo agotado de los abusos de su fatídico y abusador  gobernante.
Libia carece de instituciones sin las cuales es imposible pensar en  la instauración de una democracia representativa al estilo occidental. La autoridad por varias generaciones esta ligada, única y exclusivamente al “Líder hermano” que no es otro que Al Gaddafi: El vulnerado por su propio pueblo.
La ciencia política se quedó corta en su explicación sobre el fenómeno y las consecuencias que tiene para una sociedad el culto a la personalidad. Al Gaddafi apela a cuatro décadas de manipulación social para mantenerse en poder o inmolarse.
El otrora hombre fuerte pareciera mostrar sus deseos de inmolarse, conforme la oposición se acerca a Trípoli, recodo de su poder deslegitimado.
Nadie en el mundo, con excepción de los ilusorios y trasnochados gobernantes de izquierda: Hugo Chávez, Fidel Castro y Daniel Ortega, apuesta a un futuro de Al Gaddafi como gobernante de Libia. Los jefes de Estado inteligentes se ha n desligado del asesino porque saben que su capacidad para gobernar es prácticamente inexistente.
Al Gaddafi ha quedado al desnudo frente al mundo ha mostrado que su única y verdadera faceta: Ser un  represor y un asesino de multitudes no es suficiente para mantener la autoridad en un pueblo. Definitivamente su autoridad esta completamente trastocada, su reputación y credibilidad están en cero. No hay forma posible pata que un líder se mantenga en el poder en base a la represión por si sola.

La terrible consecuencia de 41 años de abusos es que no existe una fuerza que unifique  el descontento de la mayoría.  No hay una fuerza opositora capaz de aglutinar al colectivo, y dar un  paso adelante a una transición que beneficie la creación de un gobierno que incluya a todos los libios, sin diferencias. De no idearse una formula unificadora, las revueltas contra el régimen heredaría un vacío de poder que le daría a las fuerzas contrarrevolucionarios un terreno libre para cosechar.  


Los grupos que encabezan las revueltas están divididos entre si, y cada secta busca afanosamente tomar el control del poder, generándose un antagonismo que no ayuda para nada a un armonioso proceso de cambio político. Lo peor del este escenario, es que la violencia es un tema cotidiano y que ante la anarquía o la inminente guerra civil aupada por el vulnerable quien se niega a abandonar el poder y amenaza con inmolarse. 
Solo los miembros del ejército podrían evitar la prolongación del caos que vive la población de Libia y coadyuvaría las batallas armadas de las tribus y el seguimiento de las matanzas entre los rebeldes y las bandas armadas de Gadafi. Sobre la “fuerza armada” descansaría una posible transición de un régimen dictatorial personalista  a uno de apertura y de creación de instituciones.

 El obstáculo inminente es que los miembros del ejército de Libia no son profesionales ni están formados con rigurosidad institucional, aunque sufren las mismas consecuencias del pueblo, pesan sobre ellos los conceptos de obediencia al jefe único. Este aspecto es una triste consecuencia de la deliberada intención de Gaddafi de evitar un ejército unificado  que propiciara un golpe de Estado.
El resquebrajamiento de la autoridad de Al Gaddafi y la perdida de reputación a nivel mundial ha propiciado una unión entre los factores antagónicos al régimen, encabezados por algunos miembros de la fuerza armada, diplomáticos y personajes de la elite que han tomado consciencia del caos.
Existen otros personajes que  aparecen como posibilidades ante los libios desesperados por un cambio, y que han conformado una especie de oposición en el exterior, conformada por intelectuales o jefes religiosos que han manifestado su intención de trabajar conjuntamente con los liderazgos tribales para una  transición que dependerá del éxito en la construcción consensual de propuesta de país.
Aporte foráneo a la búsqueda de la estabilidad
Un derrumbe del gobierno  en Libia tendría, sin duda alguna,  graves implicaciones para Europa, especialmente en los asuntos relacionados con suministro de petróleo y la inmigración ilegal. Es por ello que los Jefes de estado han empezado a construir un cerco de sanciones a Gaddafi y sus aliados, y un acercamiento a los desparramados movimientos rebeldes que sin unificación real buscan salir de Al Gaddafi a como de lugar y empujan cualquier esperanza de transición que represente paz y posibilidades de crear una institucionalidad a mediano plazo.