lunes, 10 de enero de 2011

El anti-democrático ejercicio de gobernar por decreto

Por Maibort Petit

Gobernar por decreto es un método que viola la Carta Interamericana de la Organización de Estados Americanos (OEA)




Las democracias modernas establecen claramente que debe haber una división de poderes, donde cada instancia debe respetar las decisiones tomadas por la otra. Por la salud institucional de los países, es  fundamental y prioritario, que el poder Ejecutivo respete los poderes legislativo y judicial y cumpla con las determinaciones y parámetros por estos establecidos.
La claridad de los conceptos nos lleva necesariamente a que sí existe una permanente tentación por parte del Ejecutivo de interferir y hacer las tareas del poder legislativo, la democracia (si existiere) se contamina, se falsea,  se desdibuja.

Es contrario a la democracia gobernar por decreto y abusar del recurso jurídico de las Leyes Habilitantes que tienen funciones específicas en momentos, históricos, de verdaderas emergencias.

Cuando los gobernantes se empeñan en gobernar por decreto son antidemocráticos. Su esencia en sí no es respetuosa del estado de Derecho, de las leyes y de las libertades. Un gobernante que se encapriche en gobernar por decreto es porque no acepta la institucionalidad y termina imponiendo su criterio y sus proyectos por encima de los intereses de la mayoría de los gobernados.

Cuando se gobierna por decreto se  pasa a la otra acera del frente, puesto que las democracias obligan a la división de poderes. Gobernar bajo mañosas leyes habilitantes muestra  la naturaleza dictatorial del gobernante.  La ley Habilitante que otorga poderes especiales al mandatario es como una especie de disfraz que arropa una dictadura, es querer mantener el manto democrático pero siendo un dictador, es como montar un show donde el artífice-protagonista  apela a la democracia y a las reglas solo como escenario decorativo para sus andanzas autócratas. En su empeño por manipular el auditorio, el poderoso pretende que se le reconozca como demócrata, que se le llame y se le aclame como tal y  revienta en ira cuando los organismos encargados de vigilar el mantenimiento de los sistemas democráticos elevan la voz y critican a los gobernantes que siendo dictadores, se llaman demócratas y aunque no actúan como tal,  pretenden ser aclamados y tratados como respetuosos de las instituciones.
Muchos de los gobernantes que siendo dictadores buscan ser llamados demócratas, apelan a las Leyes Habilitantes  en calidad de “transitorias” y aseguran que la piden a los Congresos cómplices  alegando que es una necesidad impuesta por las circunstancias. Esa transitoriedad muchas veces se prolonga en el tiempo y es difícil eliminarla o derogarle. Y es que gobernar por decreto es una de las actividades favoritas de los autócratas disfrazados de presidentes democráticos. Esos hombres que normalmente se creen los enviados de Dios para salvar al país que gobiernan, y se creen  indispensables,  obligan a sus colaboradores a cederles todo el poder a cambio de mantenerlos dentro de su entorno y disfrutar de las dádivas del poder. Normalmente el gobernante que disfruta y se empeña en gobernar por decreto, es decir, de manera dictatorial, no se reconoce así mismo como dictador, y procura llamarse de otra forma,  suele autodenominarse EL PUEBLO cuando se le inquiere sobre las razones que tiene para poseer el poder absoluto.

 Frecuentemente, las dictaduras o las costumbres de gobernar por decreto suelen pervertirse a los extremos de socavar todos los soportes institucionales que posee o poseía el régimen político.  Y es que la historia política del mundo ha registrado tantas experiencias de dictadores y dictaduras, de gobernantes que gobiernan por decreto, que se ha logrado tener una amplia lista de todas sus debilidades, especialmente de su astucia en hacer leyes, en destruirlas, en interpretarlas, en entorpecerlas, en corromperlas, en violarlas, en defenderlas, en suspenderlas, en cambiarlas  o  eludirlas bajo un la sombra de impunidad

A los mandatarios que gobiernan por decreto le sobran los improperios a la hora de calificar a sus oponentes, y aquellos que desde otras esferas les critiquen y los llamen a recapacitar. Estos dictadores buscan descalificar al enemigo, y hacerse las victimas frente a la sociedad que los acepta, los aguanta y hasta cierto punto los desea  y los crea a imagen y semejanza de sus anhelos de orden impuesto, pero que los aborta cuando se destruye la capacidad de aguante de los pueblos abusados. Estos hombres que gobiernan por decreto, son, lamentablemente una maldición histórica que permanece vigente en estos tiempos modernos  del siglo XXI.


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