@maibort.petit
Todo indica que en los países de América Latina los vientos que se originaron en las últimas elecciones de Argentina están ganando cada vez más impulso. El fracaso de las políticas económicas de carácter populista ha hecho que la llamada Marea Rosa - surgida en la década de 2000- se vea disminuida en los últimos tiempos y le esté dado paso a las tendencia políticas más democráticas, moderadas y conscientes del desastre financiero que creó la izquierda en los países de la región.
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En Argentina, la administración de izquierda se prolongó durante más de 10 años, primero con el ex presidente Néstor Kirchner y luego su viuda, Cristina Fernández. En la elección presidencial del año pasado, la mayoría decidió un cambio de poder hacia las fuerzas de centro-derecha del país con el actual presidente Mauricio Macri.
La complejidad del caso Venezuela
En Venezuela, el asunto es más complejo porque fue allí donde se dió inicio al modelo que hoy ve su final. Con la supuesta "revolución" bolivariana, encabezada por el militar golpista Hugo Chávez - la izquierda latinoamericana tomó un aliento en el área y gracias a la increíble fortuna, generadas por los altos precios del petróleo, el líder populista venezolano extendió su proyecto personalista a otros países, y ganó aliados. Chávez pagó campañas electorales para llevar a sus amigos al poder, sobornos e inyectó dinero en esos países proveniente de la renta petrolera venezolana. El plan regional de Chávez lo llevaría a convertirse en el "líder" regional de la izquierda, el representante del antiamericanismo y el que encarnó el modelo político-económico y social basado en una mezcolanza ideológica a la que bautizó como: "Socialismo del siglo XXI".
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Imagen tomada de https://colombiaopina.files.wordpress.com |
Los cambios en la economía global y el desplome de los precios del crudo, aunado al saqueo de las finanzas públicas por los cuadros corruptos de Hugo Chávez y de su sucesor Nicolás Maduro trajeron como consecuencia una de las más severas crisis económicas, políticas y sociales que se conocen en la historia venezolana.
La increíble y notoria incapacidad de gobernar de Nicolás Maduro aceleró la debacle del país, convirtiéndolo en un escombro improductivo, donde la población sufre de desabastecimiento, de enfermedades, y del acoso del hampa.
El Socialismo del siglo XXI pasó a ser sinónimo de corrupción sin precedentes, de abuso de poder, de destrucción de las instituciones, de violencia, inseguridad, narcotráfico, terrorismo y destrucción del sector privado. Tal ha sido la ruina y la calamidad que ha resultado de los 17 años de chavismo que los sectores que se beneficiaron de las políticas populistas del régimen de Chávez y de Maduro cambiaron la tendencia y apoyaron mayoritaria a las fuerzas democráticas reunidas en la Mesa de la Unidad en las elecciones parlamentarias de diciembre de 2015.
La Unidad logró arrebatarle al chavismo la mayoría en la muy pulverizada Asamblea Nacional, convertida en los últimos 15 años en un apéndice debilucho de poder Ejecutivo todopoderoso.
Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y sus cómplices han perdido la popularidad que arropó por años a Hugo Chávez, quien falleció víctima de cáncer en 2013.
Buena parte de la obra del excéntrico caudillo fue el desmantelamiento del aparato productivo, de las instituciones, la institucionalización de la corrupción, la división de la población y el incremento de la violencia, la inseguridad y la pobreza.
La izquierda en Brasil
El panorama en Brasil para la izquierda no es nada halagador. En estos momentos, la presidenta Dilma Rousseff está envuelta en un escándalo de corrupción que amenaza con llevarla a los tribunales. Su gestión ha llevado al país a una depresión económica explosiva. Rousseff está siendo acusada de corrupción, sobornos y abuso de poder. Su popularidad ha caído a alrededor del 10 por ciento. Las manifestación callejeras y el descontento social incontrolable ponen cada vez más cercano el escenario de la destitución y la actuación del Congreso, y el resto de las instituciones, para buscar una solución por las vías constitucionales.
En las próximas elecciones presidenciales, que se celebrarán en 2018, se prevé que el Partido de los Trabajadores enfrentará a una dura batalla. Hoy en día el liderazgo de Rousseff y de Lula Da Silva, quien es el jefe fuerte de la izquierda brasileña, se hunden a la misma velocidad que la economía del otrora gigante del Sur.
Atención a los pobres y su manipulación
La causa común de la disminución del poder de izquierda latinoamericana es su fracaso en la gestión económica. A finales de la década de los 90 e inicios del milenio, estos gobiernos llegaron al poder prometiendo cambios en la estructura económica y elevar el nivel de vida de los pobres, usando como base de sus promesas populistas los ingresos provenientes de los altos precios del petróleo y las materias primas.
La economía global trajo un tiempo de abundancia y los líderes rojos prometieron a la depauperada población grandes subsidios y una mayor distribución de la riqueza. Las políticas clientelares les permitió ganar elecciones aprovechando el descontento que existía en la población por las políticas sociales de la centro derecha.
La fabulosa década de la Marea Rosa hizo posible que líderes de izquierda aprovecharan las bondades del sistema democrático para llegar a la presidencia. Luego crearon una estructura legal para quedarse permanentemente en el poder, dificultando la alternabilidad.
Hugo Chávez y una buena parte de los líderes que le dieron apoyo y formaron parte de su proyecto político, elaboraron constituciones y leyes a la altura de sus ambiciones, estableciendo la reelección indefinida para garantizar su pretensión de ejercer el poder hasta la muerte. Igualmente, procedieron a eliminar la descentralización, la separación de poderes y el estado de derecho entre otros factores que limitaban sus acciones todopoderosas.
Las administraciones de izquierda, fiscalmente ricas debido al auge de los precios de los recursos naturales, incrementaron las políticas de subsidio y crearon batallones de apoyo conformado por personas de bajos ingresos a quienes usaron para darse legitimidad en procesos eleccionarios amañados.
Afortunadamente, esas administraciones erigidas sobre los pilares de los altos precios de los recursos naturales están llegando a su fin. En ningún país de la región lograron mejorar la infraestructura y el sistema legal, las industrias o la producción. En lugar de fortalecer el aparato productivo y capacitar a la población para el crecimiento sostenido hicieron todo lo posible para ahuyentar las inversiones foráneas, con escasas excepciones, tal es el caso de China, Irán, Rusia y Bielorrusia.
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Los gobiernos que aplicaron políticas populistas de izquierda han visto sus economías empobrecidas y su liderazgo apabullado por la estratégica errática que han generado hambre de las capas más pobres de la sociedad acostumbradas a los subsidios.(Caso Venezuela).
Los gobiernos de izquierda tienen características comunes: la inacción, la corrupción y el abuso. Después del auge, vino la caída de los precios de los recursos naturales, que transformaron a las economías en paquidermos pesados y lentos, incapaces de dar respuestas satisfactorias a las cada vez más crecientes demandas de la sociedad, lo que se ha venido convirtiendo en una debacle del poder de la izquierda. No hubo ahorro ni inversión durante la época de vacas gordas, sino despilfarro de recursos públicos. Hoy en día se pagan las consecuencias de la irresponsabilidad.
El mantenimiento de los regímenes embarcados en el Socialismo del Siglo XXI era insostenible, ninguna economía puede sobrevivir a las políticas indiscriminadas de subsidios. Si bien tomó más de tres lustros, la hora final de la marea rosa ha llegado y amenaza a todas las administraciones de la región.
¿La Centro derecha (ojo con el triunfalismo) se están equivocando?
Es importante aclarar, sin embargo, que no se puede caer en exageraciones ni triunfalismos basados en falsos hipotéticos. El caldo de cultivo para la izquierda permanece intacto, es más, a mi juicio, está más crecido. La población se mal acostumbró y se volvió más dependiente de las políticas populista que han ejecutado y fortalecido estos gobiernos de izquierda desde inicios de este milenio.
Las fuerzas políticas democráticas de centro deben tener presente que si bien el desencanto de los sectores sociales depauperados les está dando -en estos días- la posibilidad de volver al poder, el voto está motivado por la desesperación que crea el hambre (el quiebre del sistema de subsidios). El cambio de la tendencia no es racional, no hay elementos suficientemente convincentes que permita afirmar que la crisis permitió una concientización de la mente del colectivo a favor del concepto de democracia y del modelo que pretende ser el opuesto al socialismo fracasado.
Hoy, más que nunca, América Latina tienen enormes estratos de la población viviendo en pobreza extrema. La izquierda siempre toma esos escenarios para responsabilizar a la derecha del incremento de las brechas económicas en la sociedad. (Ejemplo) Maduro y sus cómplices han intentado (sin éxito) imponer la tesis de una supuesta guerra económica para justificar su pésima administración. Si bien la gente no le cree, hay una repetición del mensaje oficial que hace que esa tesis sea parte de la normalidad. En Argentina, los grupos adeptos a la izquierda han empezado a difundir campañas que culpabilizan a la derecha de los efectos perversos del fracasado kirchnerismo. Lo mismo ocurre por adelantado en Bolivia, en Ecuador y Nicaragua. No hay que engañarse, la existencia de la izquierda sigue siendo muy significativa y está latente en el terreno. La actitud de las mayorías puede revertirse en cualquier momento.
Si las fuerzas democráticas actúan de manera inteligente pueden generar nuevas condiciones para el mejoramiento de la gobernabilidad en Latinoamérica.
Los líderes que aupan la democracia deben aplicar políticas que generen la revitalización del aparato productivo, y poner en marcha programas de reconciliación entre las dos partes de la sociedad. De no ejecutarse efectivas políticas de entendimiento entre las dos esferas que dividen la sociedad, podríamos ver en unos años el regreso "triunfal" de la izquierda, nuevamente disfrazada para aprovechar las debilidades de la nueva tendencia que intenta recuperar la democracia.
Hay que privilegiar la educación, la creación de empleo y oportunidades para recuperar el talento que huyó ( en el caso de Venezuela supera los dos millones de exiliados) del país buscando opciones en diferentes países del mundo.
Las fuerzas democráticas deben tener presente que las clases más necesitadas de la sociedad actúan en base a las emociones.
La izquierda no acepta el juicio que últimamente los votantes han expresado en su contra. Los líderes estaban convencido que gastando dinero en subsidios loo mantendrían comprados eternamente. Ante la pérdida de apoyo de esos sectores desaventajados, la izquierda ( que conoce muy bien ese estrato) se convierte en un factor de promoción permanente del conflicto entre entre los diversos estratos de la sociedad. Ante esa amenaza constante, los nuevos entes de poder deben inclinarse por ampliar los caminos de reconciliación e inclusión, sin caer -obviamente- en las dádivas del pernicioso populismo, que ha sido la mayor limitante para el desarrollo y la creación de un futuro promisorio en buena parte de los países de América Latina.
La Marea Rosa
La historia nos ha dado enormes lecciones de equivocación en la estrategia política usada por las fuerzas que aspiran a construir la democracia como sistema político en América Latina.
Las equivocaciones de los gobiernos que tuvieron lugar en América Latina (en las últimas décadas del siglo XX) pusieron de manifiesto la necesidad de atender las insatisfacciones de capas excluidas de la acción de gobierno. Las debilidades de la democracia y los vicios del liderazgo crearon espacios para que tuviera lugar la llamada Marea Rosa, la vuelta a la izquierda.
El retorno de la ideología y de la política de izquierda en la región surgió como respuesta a las ausencia de acciones efectivas de los gobiernos. La falta de respuestas satisfactorias del Estado a la ciudadanía, la incongruencia de las políticas implementadas por muchas administraciones en el área económica, política, educativa y social, hizo posible el florecimiento de la Marea Rosa, (En muchos casos, más roja que rosa, como es el caso, por ejemplo, de Venezuela. )**
Notas:
*El término “Marea rosa” ha sido usado prominentemente en discusiones contemporáneas sobre política latinoamericana. El origen del término se remonta a una frase del periodista de The New York Times Larry Rohter, destacado en Montevideo, quien caracterizó la elección de Tabaré Vázquez como presidente de Uruguay como “no tanto una marea roja… más bien una rosa".
** El término Marea Rosa surgió de un juego de palabras para reemplazar el rojo — color asociado al comunismo –en “marea roja” por el tono más suave “rosa”, para indicar el aumento de fuerzas de ideas progresistas y socialistas más moderadas.
Los presidentes de izquierda clasificados como representantes de la llamada Marea Rosa son:
- Venezuela: Hugo Chávez (1999–2013), Nicolás Maduro (2013-presente)
- Chile: Ricardo Lagos* (2000–2006), Michelle Bachelet* (2006–2010, 2014–presente)
- Brasil: Luiz Inácio Lula da Silva* (2003–2011), Dilma Rousseff* (2011–presente)
- Argentina: Néstor Kirchner* (2003–2007), Cristina Fernández de Kirchner* (2007–2015)
- República Dominicana: Leonel Fernández* (1996–2000, 2004–2012), Danilo Medina* (2012–presente)
- Surinam: Jules Wijdenbosch (1996-2000), Dési Bouterse (2010–presente)
- Uruguay: Tabaré Vázquez* (2005–2010), José Mujica* (2010–2015), Tabaré Vázquez* (2015–presente)
- Bolivia: Evo Morales (2006–presente)
- Nicaragua: Daniel Ortega (1985–1990, 2007–presente)
- Ecuador: Rafael Correa (2007–presente)
- Guatemala: Álvaro Colom* (2008–2012)
- Paraguay: Fernando Lugo* (2008–2012)
- El Salvador.svg: Mauricio Funes* (2009–2014), Salvador Sánchez Cerén (2014-presente)
- Honduras: Manuel Zelaya* (2006–2009, cabe destacar que fue electo por el partido centroderechista Partido Liberal de Honduras)
- Perú: Ollanta Humala (2011–presente)
- Costa Rica: Luis Guillermo Solís* (2014-presente)